Los Ooparts son objetos arqueológicos pertenecientes a épocas donde es imposible que existieran debido a sus características y complejidad tecnológica. Hay algunos que se atribuyen a civilizaciones extraterrestres.
El término, acuñado por el científico naturalista aficionado a la criptozoología Ivan T. Sanderson, ha sido ampliamente utilizado para refutar teorías como la teoría de la evolución o la estimación científica de la edad de la Tierra.
Los Oopart también se han utilizado por los aficionados a la ufología y otras pseudociencias como base para la teoría de que la humanidad habría sido fundada y/o alterada por civilizaciones extraterrestres mucho más avanzadas o evolucionadas (Creacionismo alienígena), ya que desde su punto de vista algunos de los pueblos antiguos poseerían, precisamente por este motivo, conocimientos científicos en determinadas áreas al menos tan avanzados como los actuales, así como tecnología insólita para su tiempo.
Pero vayamos al grano de la cuestión: los objetos.
El “sputnik” de Montalcino. ¿Un satélite en el siglo XVI?
El cuadro titulado “La glorificación de la Eucaristía” y fue pintado entre 1598 y 1614, junto con el resto de la decoración pictórica de la iglesia que fue renovada en esas fechas.
Tras este título tan sugerente se esconde uno de los enigmas pictóricos más controvertidos de los últimos tiempos. En el retablo del siglo XVI aparece un extraño objeto que guarda una tremenda similitud con los primeros satélites artificiales que fueron enviados al espacio. ¿Cómo fue a parar a esta pintura un objeto tecnológicamente imposible hace cuatro siglos? ¿O quizás este objeto no tenga nada que ver con satélites ni tecnologías modernas? Conozcamos algo más sobre el famoso “Sputnik” de Montalcino.
Para poder ver este retablo tenemos que viajar hasta la ciudad de Montalcino, a unos cuarenta kilómetros de Siena, en Italia. La pintura se encuentra en la iglesia de San Pedro y fue pintada, junto a otros retablos de la misma iglesia, por el pintor Sienes Ventura Salimbeni, especialista en este tipo de representaciones religiosas.
Como su título indica, el cuadro es una representación bastante típica de la eucaristía. En la parte superior se puede observar, sobre una gruesa nube, a Jesús, en la izquierda y a Dios Padre a la diestra, quienes sujetan con sus manos, uno con la izquierda y otro con la derecha, dos especie de antenas que parecen estar enroscadas en una esfera de aspecto sólido y semitransparente. La punta de una de estas “antenas” está rematada por una cruz y la otra por una pequeña esfera. Sobre la esfera se observa una paloma, como representación del Espíritu Santo, que irradia una intensa luz. En el interior de la esfera, y para dar más efecto de esfericidad, se observa una escena de lo que parece ser una habitación con una puerta. Con apenas relieve, una faja ecuatorial circunda la esfera que, con la transparencia, se puede apreciar incluso por la parte trasera y que subraya de nuevo la materialidad del objeto.
En la parte superior de la esfera se observa una mancha circular de color amarillento con cierto resplandor exterior y en la parte inferior, a la izquierda, aparece una protuberancia que se asemeja a los modernos objetivos de las telecámaras, donde incluso se puede adivinar la presencia de una lente.
En la parte inferior del retablo, bajo la nube, se ilustra la reunión de Obispos y Cardenales que tuvo lugar en el Año de Jubileo de 1600, fecha que se señala en el extremo derecho del fresco.
Ooparts. El martillo de Texas o martillo de Londres
Martillo de hierro con mango de madera encontrado en el año 1936 en Texas (U.S.A.). Se trata de un estrato geológico del cretacico bajo, es decir de hace 140 millones de años. Parte del mango de madera se ha convertido en carbón debido a la presión y a la temperatura alcanzados bajo tierra, pero la parte de la maza es de una aleación de hierro que se ha mantenido intacta de manera increíble todo este tiempo.
Lo más extraño es que hace 140 millones de años no exitía el ser humano, ya que los primeros indicios de primates evolucionados datan de hace tan sólo 1 millón de años.
El anillo Ming
Unos arqueólogos chinos, mientras excavaban en unas tumbas de la dinastía Ming, encontraron un anillo metálico muy similar a los anillos-reloj que se usan hoy en día. Sorprendentemente, en la parte trasera del anillo está grabada la palabra Suiza. Según los arqueólogos, esta tumba estaba completamente sellada desde hace cuatro siglos.
Las agujas del reloj marcan las 10:06.
El reloj anillo fue descubierto cuando dos arqueólogos estaban haciendo un documental con dos periodistas de la ciudad de Shangsi.
“Cuando tratamos de quitar la tierra alrededor del ataúd, un pedazo de roca de repente cayó y cuando choco con el suelo hizo un sonido metálico”- dijo Jiang Yanyu, ex curador de la Región Autónoma del museo de Guangxi.
“Recogimos el objeto, y encontramos un anillo. Después de la eliminación de la cobertura del suelo y examinarlo más a fondo, nos quedamos conmocionados de ver que era un reloj”.
La máquina de Antiquitera”, tecnología perfecta.
Podemos contemplarlo en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Descubierto por unos pescadores en el fondo del Mar Egeo en 1900, presenta un complicado y sofisticado mecanismo de lo que parece ser un reloj astronómico.
“No hay otro instrumento como éste. Nada comparable aparece en los textos científicos y literarios antiguos. Por el contrario, de lo que sabemos de la ciencia y la tecnología de la época helenística, habría que deducir que un dispositivo así no pudo existir”, escribió el físico e historiador de la ciencia británico Derek J. de Solla Price en la revista Scientific American en 1959. Tras años de estudio, creía que el artefacto de la Antigüedad conocido como la máquina de Antiquitera era un calendario astronómico, “el venerable progenitor de la actual plétora de aparatos científicos”. Investigadores británicos, griegos y estadounidenses anuncian hoy en Nature que han descifrado sus secretos: es una calculadora astronómica, aunque mucho más complicada de lo que De Solla Price sospechaba.
El aparato es un mecanismo de bronce y madera del tamaño de una caja de zapatos: 31,5 centímetros de longitud, 19 de anchura y 10 de grosor. Originalmente, el sistema de ruedas dentadas estaba protegido por una caja de madera, hoy casi totalmente perdida. Esa caja tenía una puerta frontal y otra trasera, “con inscripciones astronómicas que cubrían la mayor parte del exterior del mecanismo”, explican Michael Edmunds, astrofísico de la Universidad de Cardiff, y sus colaboradores en Nature. Hasta nosotros han llegado 82 fragmentos del aparato, cinco de los cuales incluyen parte de las tapas con las instrucciones.
Edmunds y su equipo han examinado los restos con los más modernos sistemas de exploración. En otoño de 2005, trasladaron maquinaria de grandes dimensiones hasta la capital griega, dada la fragilidad y el valor de las piezas, que se guardan en una urna con condiciones controladas. Expertos de Hewlett-Packard tomaron imágenes digitales de los trozos de metal y madera, que después fueron examinados con un escáner de rayos X de alta resolución de la compañía británica X-Tek Systems, de 8 toneladas de peso. Las dos empresas forman parte del Proyecto de Investigación del Mecanismo de Antiquitera (AMRP), junto con las universidades de Cardiff, Atenas y Aristóteles de Tesalónica, y el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, donde está el artefacto.
La tecnología del siglo XXI ha permitido ver mejor el estilo de letra de las inscripciones, común entre 150 y 100 aC. Además, ahora es legible el doble de texto que en la época de De Solla Price y eso, junto con el número de dientes de las ruedas, ha ayudado a determinar para qué servía la máquina. El dial frontal se utilizaba para conocer “la posición del Sol y la Luna en el Zodíaco, y un calendario correspondiente de 365 días que podía ajustarse para los años bisiestos”. Los dos diales traseros indicaban el tiempo según dos ciclos astronómicos: el de Calipo -de 76 años y 940 lunaciones- y el de Saros -de 18 años y 223 lunaciones-, usado para predecir eclipses solares y lunares. Además, los autores creen, por las inscripciones, que pudo haber engranajes -hoy perdidos- para vaticinar el movimiento de los planetas.
Nanotecnología de más de 20000 años
En 1991, prospectores de oro, luego expediciones científicas (comisionadas por el instituto central de investigación científica de geología y de prospección de metales preciosos y no ferrosos de Moscú), descubrieron objetos, metálicos, muchos en forma de espiral, cuyo tamaño varía desde 3 centímetros para los mayores hasta¡ 3/1000° de milímetro.
Millares de esos artefactos han sido encontrados en muchos emplazamientos en la parte oriental de los montes de Ural, en las orillas de varios ríos en unas capas sedimentarias datando del pleistoceno superior, en varias profundidades desde 3 hasta 12 metros.
Estos objetos han sido estudiados por la Academia de Ciencias rusa de Syktyvka, Moscú y San Petersburgo, así como por un instituto científico de Helsinki en Finlandia :
Los objetos mayores son de cobre, mientras que los pequeños son de tungsteno ( punto de fusión 3410° c. ) o de molibdeno ( punto de fusión 2650° c. )
Según el sitio y la profundidad en donde se encontraron, la antigüedad de estos objetos se estima entre ¡¡¡ 20 000 y 318 000 años !!!
El Instituto de Moscú publicó un informe pericial n° 18/485 del 29/11/96 que concluye :
” Los datos obtenidos permiten pensar en la posibilidad de una tecnología de origen extraterrestre.
¿Huellas humanas de hace 440 millones de años?
El coleccionista de fósiles William Meister no podía dar crédito a sus ojos, cuando una mañana de 1968, en compañía de su mujer e hijas, estas le mostraron un sorprendente hallazgo. Se hallaban de excursión en la comarca de Antelope Springs (Utah), recogiendo diversas muestras de trilobites (crustáceos prehistóricos), y al parecer una de sus hijas había hallado en una roca, las huellas petrificadas de dos pisadas de calzado humano. Las marcas perfectamente definidas pertenecían a un tipo de botas puntiagudas y al metro arrojaron las siguientes medidas
32 cm de largo, 11,25cm de ancho y 7,5 cm de profundidad en su talón. Lo más curioso de la historia, detalle que dejo perplejo y desconcertado al Sr. Meister, es que el tacón del zapato izquierdo había aplastado precisamente un trilobites, y la huella al menos tuvo que ser impresa hace unos 440 millones de años. Hecho inconcebible según los expertos.
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